¡Abandonad toda esperanza aquellos que se queden en este infierno!
Por eso te recuestas, hastiado de la vida, entre las claras aguas. Sientes el leve golpeteo en tu sienes, una corriente misteriosa que te impulsa a seguirla, a nadar dentro de ella, aunque tu cuerpo se quede ahí, inmóvil en el mármol. No esperes, ya no esperes nada. Siente las alas del agua liberar tus cadenas, dejar este mundo buitre que nos devora las entrañas, consumirse como un fuego en la oscuridad, fundirse, dejar de ser.
Te hundes un poco más en la bañera y te desatas (de esta vida, de tus recuerdos, de tus pasiones, del deseo imberbe de cambiar el mundo, de tus escritos que nunca fueron más que palabras huecas, de tus amores que siempre te dejaron solo, de ti mismo). Una corriente carmesí liberada.
Te hundes un poco más en la bañera y te desatas (de esta vida, de tus recuerdos, de tus pasiones, del deseo imberbe de cambiar el mundo, de tus escritos que nunca fueron más que palabras huecas, de tus amores que siempre te dejaron solo, de ti mismo). Una corriente carmesí liberada.
Déjate ir, que toda esperanza se vaya contigo.