miércoles, 9 de noviembre de 2011

Sueños a la inversa

Oiga, usted también pidió ron, ¿verdad? ¿No se le hace que está como adulterado? apenas llevo tres copas y ya siento que las cosas giran hacia la izquierda. Jaja, sí, ya sé que eso está extraño, pero es que depende de la sustancia, las pocas veces que me da por fumar marihuana siento que todo va en el sentido de las manecillas del reloj. Alguien me dijo que es por la conexión con la tierra y el movimiento de rotación, pero además de no creerle una palabra porque andaba peor de pacheco que yo, la verdad es que no sé nada del Sistema solar y esas cosas. ¿A usted la gusta la marihuana? ... No me diga, se le ve en la cara, digo, con todo respeto. A ver si saliendo de aquí, claro, si este ron barato no nos mata, nos fumamos un porrito. Tengo un poco en mi auto, lo dejó un alumno.

Sí, no me vea con esos ojos, ya sé que no lo parezco, pero soy profesor. No de esos respetables maestritos que pasan lista y usan parches en los codos, yo soy maestro de piano. Lo mío es la música clásica, que bueno, eso de clásica está mal dicho, porque clásico implica sólo un periodo de tiempo muy específico. Otros le dicen música culta, pero ahí sí se me hace una reverenda mamada. Toda la música es cultura, una expresión del ser humano que va más allá de satisfacer sus necesidades básicas. Y sí, yo sé que usted me va a preguntar por ese pinche reggaetón que estamos escuchando, pero ¿sabe? aun con todas las mamarrachadas que dicen esas canciones, siento que es un expresión artística más legítima que muchas otras. Por ejemplo las instalaciones, a esa gente le dan varo para irse dos o tres años a estudiar, que a Francia, que a España... y cuando regresan les conceden un espacio bien chingón. Todo para que salgan con unos tabiques que encima tienen cuatro cascos de caguama ¡así! y se dicen artistas. Ni siquiera se molestan en crear un buen sustento teórico. Luego cada vez que hacen una pendejada el mundo entero dice: dale chance, es un excéntrico. ¡Excéntricos mis huevos! que aunque se sienten taladrados con ese ritmo de mierda prefieren ir a un perreo que a una galería de arte contemporáneo.

Perdón, perdón, ya me exalté. Le digo que esto está adulterado, y eso que apenas llevo cinco, ¿tres?... bueno, bueno, la otra ronda se la invito yo.

¿En qué estaba? Ah sí, pues algo hay que reconocerle a esa música, verá, en mis mejores años, cuando daba recitales en la sala Nezahualcóyotl o en la Blas Galindo, llegaba a sentirme poderoso si, con mis mejores interpretaciones de Mozart, Chopin o Satie, alcanzaba a ver de reojo cómo algunas personas balanceaban ligeramente su cabeza o cerraban los ojos y se dejaban llevar por los deleites sonoros. Ahora imagínese lo que han de sentir esos cabrones cuando ven cómo la gente prácticamente se pone a coger en la pista de baile... Pinche mundo injusto ¿no? Pero bueno, cada quien toma sus decisiones y es responsable de lo que le pasa. Yo desde morro siempre quise el piano, soñaba con tocar como Glenn Gould o Claudio Arrau... y ahora doy clases, ¿cómo ve?... Ya sabe lo que dicen: niño prodigio, joven promesa, viejo pendejo. ¡Ja! eso me lo dijo una vez un profesor, y sólo pensé: pinche anciano frustrado. Ahora no me atrevo a decírselo a ningún alumno porque no sé si es una sabia verdad o una maldición.

Y no se crea, ya de adolescente abrí un poco mi mente, me dieron ganas de tocar otras cosas, primero la guitarra, ¡cómo no! quería volverme rockero pero no supe ser tan rudo. Más tarde por quedar bien con una novia le quise hacer al trovador, pero ya se imaginará, convertí algo que de por sí me aburría muchísimo en lo más insípido que pueda imaginarse.

Yo anhelaba convertirme en uno de esos güeyes que van por la vida con su guitarrita y mata larga, ligando a las muchachas con esas canciones mojacorazones. Pero nomás nunca se me dio. Después sólo me amargué, entonces creí que el blues sería lo mío. Hasta me compré una armónica y un manualito para idiotas cuya primera advertencia era: No tocar la armónica con comida en la boca. Salió más difícil de lo que imaginé, no sólo no tenía los pulmones, sino que me hace falta ese algo. Luego según yo intenté ser filósofo, por aquello que dijo un célebre escritor que no me acuerdo cómo se llama: Cualquier haragán medianamente cínico puede dedicarse a la filosofía. Pero mi haraganería le ganó al cinismo. Además me da miedo pensar tan abstracto. Mejor ni le cuento de cuando traté de ser poeta, el más rápido fracaso de mi vida.

Con el tiempo las cosas cambian, no es que uno deje de soñar, pero ya sabe, las ex esposas, los hijos, la hipoteca, pasa uno el tiempo construyendo un futuro que nunca llega y no se puede disfrutar, termina uno soñando en el sentido inverso de las manecillas de reloj. Hablando de eso ¿vamos por ese toque?