sábado, 30 de mayo de 2009

Máquinas...

- Y es que usted no sabe lo que son esas madres, siempre la misma respuesta fría, siempre lo mismo... Trabajar día tras día sin más compañía que una máquina dentro de ese cubículo de cartón, tener que entablar ese enfermo diálogo con un montón de plástico, cables e informática. En verdad que uno termina odiándolas, odia el trabajo, odia al jefe que no sabe lo que es trabajar para él, odia el sentirse presionado por todo, odia los lunes por la mañana cuando tiene que regresar a pelearse con una puta máquina, odia la máquina, odia todo... Y ni modos ¿Qué hacer? ¿Destruir la máquina? No, sin máquina no habría trabajo; aunque me enferme, la necesito, necesito alimentarme de ese parásito. ¿Matar al patrón? ¿Para qué? Sin él no hay máquina y sin máquina no hay trabajo, y por más que lo odie, si desaparece, en cuanto se vaya uno llegará otro igual o peor.
Sí joven, sé lo que piensa, sé que a usted mi vida le importa poco, sé que en lo que menos pensaba era en los deberes, en la escuela o en el trabajo. "Ahí viene ese viejo cabrón a chingar" pensó, ¿a poco no? Yo pensaba lo mismo a su edad, creía que los viejos eran demasiado anticuados, creía que mi generación marcaría la diferencia, que el futuro estaba en la revolución, la ciencia, la tecnología, la filosofía, la justicia, los hippies, la mariguana, qué sé yo. Pero véame, terminé siendo lo mismo que critiqué, siendo parte de un sistema que odio igual que usted. No, no crea que le estoy diciendo cómo vivir. Si nunca supe qué hacer con mi vida, mucho menos sabré qué hacer con la de los demás, es sólo que al verlo tirado me acordé de cuando tenía su edad, la persona que era, lo que creía, los sueños que tuve que olvidar. No sé siquiera por qué los olvidé. Sería inútil culpar a la familia, a la pobreza, al trabajo, al sistema, no importa, fue todo y nada, sólo pasó. Y terminé por odiarme a mí mismo...
Odio... Odio... ¿Qué hacer con tanto odio? Antes golpeaba a mis hijos, agredía a mi mujer, peleaba con los vecinos y me emborrachaba. Pero la vieja murió pronto, los hijos partieron en cuanto pudieron y los vecinos me evitan. Lo único que me quedó es emborracharme, salía de la caja de cartón y camino a mi casa me detenía en algún bar, cualquiera, no importaba mientras el barman me siguiera sirviendo tragos y me dejara emborrachar a gusto... Fue por entonces que llegó el primero, parecía un estudiante de derecho de no sé qué escuela, era delgado y simpático, parecía ser muy popular y lo único que hizo fue decirme "viejo inútil" en la entrada del baño, mientras yo lidiaba por poner en pie mi borrachera. Cuando salió del baño lo oí murmurar algunas palabras, pero sólo entendí: "...ya debería morirse...". En realidad no sé si me lo dijo a mí, pero en ese momento mi frente enardeció, mis puños se apretaron hundiendo las uñas en la palma, sentí mi sangre cargada de ira circular por todo el cuerpo y agolparse en mis ojos y en las sienes, estaba furioso, pero demasiado borracho para hacer algo. Salí del bar y esperé en la banqueta, sentado, rumiando de odio, todo mi ser fue odio y embriaguez...
No tardó más de una hora en salir tambaleándose solo. Era tarde, pasada la media noche, y a esa hora en el centro de la ciudad no hay más que negocios cerrados y uno que otro automóvil. Lo seguí, esperaba poder enfrentarlo, quería reñir con él. Lo alcancé justo antes de llegar a otra calle muy oscura, le reclamé sus palabras y sólo me ignoró para introducirse en la oscuridad. Todavía con el sopor del alcohol en el cuerpo, enceguecido por la ira, corrí hacia él y le di una patada en las corvas, sus rodillas se estrellaron en el concreto y metió las manos para no caer por completo. Yo aproveché la oportunidad y le di otra patada, ahora en los brazos que lo detenían débilmente. Su simpático rostro se estrelló en el pavimento y quedó recostado boca abajo. Lo monté y con ambas manos sujetando su cabello lo hice impactarse una y otra vez. Con cada embestida mi ánimo mejoraba, la visión de la sangre me puso eufórico, las percusiones del cráneo y sus débiles quejidos me hicieron pensar en un ritmo prodigioso, como los tambores africanos que te transportan a un estado casi místico, así fue la música de la muerte... Y lo golpeé contra el suelo con más fuerza, más fuerza, más fuerza, más... Dejé al muchacho tendido en una cama de sangre, no lo sentí respirar y tampoco me importó, me fui temeroso de ser arrestado pero con una sonrisa, una especie de bienestar que duró una semana.
El segundo y el tercero llegaron unas semanas después de formas muy distintas. A uno lo encontré drogado, tirado en la acera, no parecía un indigente, pero estaba perdido en el viaje. Parecía más bien que era uno de esos chicos de clase media que están inconformes con todo y para demostrarlo se vuelven "anarquistas", se hacen tatuajes, se perforan por todos lados y usan cadenas no sé por qué. Al pasar junto a él me pidió unos pesos y como no quise dárselos me dio un golpe en la pierna haciéndome trastabillar. Enfurecido, tomé una de sus cadenas que colgaban de su chaqueta de cuero y lo ahorqué con ella, lentamente. No había nadie por la hora, así que esta vez el ritmo de la muerte fue tranquilo, acompasado por sus convulsiones y mi respiración, como un mantra que te hace entrar al nirvana. Me llevé la cadena para evitar que encontraran mis huellas. Ahora la conservo como recuerdo de mi deber.
El tercero fue ella, una chica. Vivía por mi colonia y la vi al regresar en el parque, había tenido una pelea con su novio y lloraba desconsoladamente. Me preocupé y me senté con ella a charlar en la oscuridad. Habló de sus sentimientos, de todo y de nada, estaba muy deprimida y harta de la vida, mencionó varias veces la posibilidad del suicidio. Estaba más drogada que los otros dos, el amor es la peor droga en este mundo. Después dijo: "El amor es un rayo de luna". Me sentí tan conmovido ante tan sabia verdad que decidí hacerle un favor. No me arriesgaría a que se arrepintiera de suicidarse, como yo tantas veces lo hice. Tenía que evitar que ella llegara a ser una vieja como yo, amargada, sin sueños y sin esperanzas. Ya había matado antes, así que no fue difícil hacerlo en ese momento. Me levanté y miré a mi alrededor. Habían podado los árboles recientemente y las ramas y troncos estaban amontonados muy cerca de nosotros. Tomé uno y me acerqué lentamente por atrás, ella seguía llorando, un ritmo triste, muy triste, como la sonata de Beethoven, me sentí conmovido como si escuchara un bello y melancólico poema y con un sólo movimiento dramático, golpeé su cabeza y ella cayó noqueada, sin ninguna queja. Entonces continué golpeándola con el tronco, una y otra vez, hasta asegurarme de que ya no respiraba. Estaba llevado por un sentimiento tan intenso, como hace años no sentía, me sentí más vivo y lloré.
Así me di cuenta de que todo me mataba poco a poco, la máquina, el trabajo, la sociedad. Después de matar, la vida era distinta. Todo era nuevo, más intenso, más vivo. La gente que trabajaba conmigo no se explicaba mi cambio, me volví más amable y feliz, nadie sospechaba el motivo de mi felicidad. Mientras que para mí ellos ahora eran los muertos, más muertos que esa máquina, eran bultos arrastrados por la corriente de un río oscuro, no sabían a dónde iban ni de dónde venían, sólo se dejaban arrastrar inconscientemente. Todo a mi alrededor era arrastrado por la muerte y yo los veía pasar conmovido. Para mí es un acto piadoso evitar que ustedes, jóvenes, sean arrastrados como yo lo fui por mucho tiempo. Es preferible que mueran con sueños e ilusiones y no sin ellos, como yo.
He ayudado a salir a muchos, hasta hoy usted es el trigésimo tercero, nunca me había detenido a platicar con alguno, pero no sé por qué su rostro me inspira confianza y, aunque sé que ya no me oye, quise hablar con usted. Al fin de cuentas en este mundo ya nadie oye, ni ve.

DAGS

lunes, 25 de mayo de 2009

Del silencio 2

"No veìamos. No vimos.
La niebla la inventamos..."
Efraìn Huerta


El silencio donde me estoy creando es un silencio que no me pertenece.

El mìo lo perdì cuando niña, ocultàndome,
encerrando la vida en un armario para cerrar los ojos,
creando arcoiris en las nubes del tiempo.

Ese silencio que es final del ruido,
cascada hacia el origen,
principio de la nada,
nacimiento de nuevas palabras,
tic tac eliminado,
detenciòn de un tiempo para llorar las horas,
distancias convertidas en un punto inerte,
muerte,
no es mìo.

Es un silencio que me he inventado para imponerme un renacer ficticio,
para creerme el vacìo
(vacìo lleno de ojos cristalizados,
de frutas secas – naturalezas muertas-
de ciclos tejidos con los hilos dionisiacos de la noche).

Es un silencio inerte de muñeca de trapo,
de mariposa disecada en vidrio.

Este silencio no es mi silencio,
mi silencio es irrecuperable, innadable,
se perdiò por una manzana,
por una serpiente.

Este silencio no es sino el fingimiento del silencio
con un murmullo de fondo
como un coro de lluvia seca.

Carla de Pedro

jueves, 21 de mayo de 2009

Necrofilia

"El hombre olvida que es un muerto que conversa con muertos"
Jorge Luis Borges

Un beso con sabor a tierra
me sepulta entre tus brazos
y andamos por la ciudad
hecha de lápidas sin nombre,
sólo ventanas y concreto.

Todo está muerto,
un cementerio de cadáveres insepultos,
"carne con cara e identidad".

Nos amamos entre muertos,
la vida es una entrega en el anfiteatro.
Se muere el árbol,
el ave y el cielo
y nosotros nos entregamos en la muerte.

Frente a los ojos ciegos,
nos amamos
profanando el espacio y el aire con gemidos,
nos aferramos a la vida
arañando la tierra de la espalda,
entonces vuelve el color a las pupilas
y la rigidez se vuelve una caricia lúbrica,
nos desnudamos entre besos
y le gritamos a los que ya no escuchan
las palabras incoherentes
de nuestro amor perverso.

En un instante olvidamos el olvido,
las tumbas y los huesos,
la historia, su memoria y sus víctimas,
olvidamos todo bajo una especie de eternidad
que nos deposita en el vacío,
un pozo sin tiempo y sin espacio.

DAGS

lunes, 18 de mayo de 2009

...

El mundo,
desnudándose de sus falacias,
se me entrega en un pétalo de nardo,
con cada una de sus melancolías
lo veo arrojarse desde el puente de mis ensoñaciones
hacia el absurdo.


¿Qué desea de mi tan frágil
asombrada ante su magnificencia desoladora
y mirando mi reflejo en sus ríos
descompletándome eternamente?


Mundo tragicómico burlándose de mi inocencia patética,
jugando a seducirme con cada una de sus curvas sintéticas
y es que cada árbol me grita su existencia imposibilitada de instantes caducándose
inexistentes e imprudentes como el instinto.

Podría sobrevivirme lamiendo los cielos azules de algodón docificante
si no se me oscureciera la lengua en la noche,
si no escupiera las palabras a la incertidumbre,
si el humo no me quemara los labios.

El insomnio no significa sino un ramo de espinas y ausencias que develan el sinsentido.

El mundo irrumpe esta noche, pues, por mi ventana para robar mi inocencia,
violando mis pensamientos hasta dejarme desangrada
y sola.

Carla de Pedro

domingo, 17 de mayo de 2009

ReMeMoRaNdO y ... (Èl No Lo SaBe ... SsSsShHhHh)

Mientras la luz espolvoreaba el nuevo refugió con risas y sueños él se acercó y beso sus labios con un roce, había llegado y estaba ahí, sentada sobre su sillón tan blanca y misteriosa, con los coquetos ojos fijos en él y la esperanza dibujada en su sonrisa.
Ninguno de los dos lo sabía.

Después del Ostara y antes del aniversario de Cáncer el cosmos los unió, él la había llamado desde antes con los sueños colgados en las estrellas y el desvarío en sus venas, pero ella sólo llegó a la ventana como un suave vapor fugitivo, mas ahora estaban ahí tan reales como la imaginación.

Ninguno de los dos lo sabía.

Ella lo había olvidado, había recorrido las calles con un pequeño vacio escondido en su corazón, bajo el amor de su madre, a la derecha de la amistad, sí, junto a la nostalgia. Se había convencido de ser una Santa o una Salamandra urbana pero nada de esa identidad rellenaba el huequito que algunos ratos punzaba con intensidad.

Ella no lo sabía.

Él estaba satisfecho con su vida, había logrado una estabilidad que pocos alcanzaban, y sabía por donde seguir, sus ojos podían ver el camino y su espíritu podía avanzar sin problemas.

Él no lo sabía.

La llevó a una peña, rico bosque mágico que sólo los de corazón puro pueden comprender, ella lo había olvidado, pero la sangre llama. De sus manos destiló la esencia de su signo lunar y el perfume de la madera erizó su piel como sólo la danza había podido.

Ya había ido a otros bosques, pero no con el carnero, no con alguien de corazón puro que la haría recordar.

Él corrió hacia el árbol y le mostró como compenetrarse, como tomar su forma, adquirir su superficie, jugar con las hojas, sentir las raíces bajo la tierra húmeda y escuchar el susurro del viento. Lo logró, logró convertir su femenino cuerpo y el del árbol en uno mismo, pero sólo por un breve momento porque la razón de la ignorancia pasó rápidamente.

Caminaron, él le mostraba y ella vibraba, la sangre llama.

Cansada por la confusión se sentó en una banca e inconscientemente tomó unas varas, él se sentó junto a ella y le comenzó a hablar de cosas mágicas que se hallaban alrededor, ella lo escuchaba y sin darse cuenta dibujaba con las varas olvidados ritos en la tierra. -Llévame a la Sierra de Oaxaca a conocer a la bruja Doña Cata- La sangre llama.

Abandonó la banca y se sentó en el pasto, él se sentó junto a ella y beso su desnudo hombro con un roce y entonces ella pudo ver las hadas, unicornios, duendes, brujas, sátiros … todo lo que había olvidado, todo lo que no se podía ver siendo una falsa Salamandra o Santa urbana. Puso sus manos sobre el pasto y se compenetraron en uno solo, él los acarició -Qué linda ninfa del bosque- sus ojos brillaron, el hueco estaba rellenado porque ahora todo tenía sentido, lo había recordado, era una ninfa… una ménade.

Ella lo sabe, ahora es el turno de él. …

miércoles, 6 de mayo de 2009

Recuerdos

Hay días en que los fantasmas vuelven a acosarme.
Ya no los distingo claramente,
pero aún les temo.
Hay veces en que la ventana del pasado
se empaña con las lluvias pasajeras de la época.
Por eso me gusta la lluvia
porque empaña las miradas,
las oculta.
Ya no están esas miradas,
por lo menos ya no son las mismas.
A veces me entristece saberlo,
a veces simplemente me alegro.

Hay noches en que los fantasmas se vuelven insoportables
y uno quisiera gritarles, ahogarlos, perderlos,
mentarles la madre,
correrlos, sacarlos, beberlos de nuevo
en un sepelio de cantina,
enterrarlos entre las cenizas,
entre las colillas del cigarro.
Luego renacen de su tumba
y ascienden en el humo
y vuelven a acosarme,
me asechan, me vigilan,
los veo y los respiro
y nunca dejan de rondarme.

martes, 5 de mayo de 2009

Vigilia

"Abandonados siempre. ¿De qué? ¿De quién? ¿De dónde?
No importa. Nada más abandonados.
Cantamos porque sí, porque tenemos miedo,
un miedo atroz, bestial, insobornable,
y nos emborrachamos de palabras
o de risa o de angustia."
Rosario Castellanos.
Alguna vez mi propia risa me extrajo de un sueño que jamás logré recordar. Un par de veces he despertado llorando, alarmada por tragedias oníricas. Otras tantas ocasiones me he quedado dormida en una almohada —no siempre mía— húmeda de llanto. He llorado en sueños, en vigilia, en duermevela, en embriaguez. Sólo recuerdo risas en la cotidianeidad, por estimulación externa, por ánimo simple. ¿Dónde he guardado la alegría, entonces? Seguro que se ha escondido de mí por vergüenza; o quizá por venganza. Nunca la he perseguido como fin en sí mismo y ella no ha sido generosa.

He sido feliz, a ratos. Tampoco los recuerdo. Incluso la sensación me resulta vaga. Ha valido la pena, supongo. Existe la posibilidad, también, de que me engañe, de que todos lo hagamos, ¿qué es la felicidad y por que la anhelamos tanto?: la sonrisa permanentemente estúpida, la piel complaciente, la satisfacción absoluta. Jamás se reunirán. Sólo queda esperar el olvido de la incertidumbre, del rencor, de la indiferencia, tal vez de la pasión; esperar que todo gire en torno a una mirada o a un roce o a un logro contundente y exacto, siniestro.

Siempre se resta importancia a los procesos y el tiempo se deja ir, nuestro tiempo. Nos sentamos a esperar que el tiempo pase, que termine el duelo, la presión o el vacío; yo nunca he hecho nada para llenar el tiempo; sólo lo veo repleto cuando ha pasado, cuando su deformidad lo hace mentira.

Recuerdo, pues, que todo éxtasis es seguido por un estrepitoso hundimiento.

(Cuando soy feliz no pienso, exagero.)

•••

¿Cómo hacer infeliz a alguien más? Cuando es intencional nunca resulta bien. La venganza es laboriosa, absorbente, patológica. Pero si es casual resulta peor por desinteresada y certera; es subestimar al destinatario, o peor, es ignorarlo.

He sido mala, lo sé. Y no ha sido suficiente.

lunes, 4 de mayo de 2009

Desesperanza

Casi ya no recuerdo los días en que acostumbraba soñar. No recuerdo más las ilusiones, ni el ambiguo significado de la esperanza. Ahora me siento a mirar el vacío, y me parece que las nubes se encuentran más allá de las ganas del suicidio –hace cinco días lloré inconteniblemente por el miedo a la agonía y a la muerte—; más allá de las ganas de salir huyendo –cuando la gente aún podía viajar, anduve por los río profundos, por las montañas y por el mar de gran parte de Latinoamérica, y siempre sentí inevitable nostalgia y ganas de volver con la familia, ahora extinta—; más allá de estrellar mi cabeza contra la pared –de cualquier manera todo golpe físico resulta doloroso—; más allá de las ganas de estirar los pies al salir a caminar y ver el sol –el cielo siempre puede oscurecerse con polvo radioactivo—, y más allá de las ganas de salir de este hoyo oscuro y verte.

Ayer buscaste mi rastro; como por acto ritual, con mi última electricidad, sentí la vibración de tu llamado y te encontré, por las desiertas calles de lo que fue el centro de nuestra ciudad abandonada. Locales cerrados y apenas cinco transeúntes con un trapo cubriendo sus bocas, y en medio de la desolación apareciste. Me obligaste a abandonar mi agujero para arrastrarme a otro, un agujero oscuro también, pero colectivo, como último agujero de los sobrevivientes darks, hippies y cholos de barrio. Platicamos un poco; nos besamos bajo el riesgo de contagiarnos de virus, –pues en este tiempo los besos, los toqueteos y el coito sólo son seguros a través del espacio virtual –y, a pesar de todo, mi entrega no logró la magia de antaño. “¿Ya no me quieres? ¿Por qué hoy eres tan extraña conmigo?” preguntaste. Yo respondí que sí con desgano, que soy tuya, pero mis gestos delataban mi duda. Lo notaste –nunca has sido ingenuo, al menos para observar— y yo tibia –como siempre que estoy ante una situación decisiva— traté de acariciarte y decirte que aún quiero arrastrarme ante tus pasos. No lo creíste; creo que ni siquiera yo lo creí. Así que cogí mi morral y, sin despedirme, abandoné el agujero para ir a encerrarme en el mío, cuya ubicación –por si acaso un día decidieras buscarme realmente— nunca te importó conocer y cuyo estado deplorable de humedad ignoraste porque nunca te importó saberlo. Quizá sea por la humedad que mi corazón ya no cree nada, que no tiene calidez alguna y que parece purulento. La causa de tanta humedad son mis lágrimas y mis estornudos. Creo que enfermé desde hace tiempo; creo que pronto me apagaré.

sábado, 2 de mayo de 2009

BeFoRe AnD nOw (ErAsE aNd ReWiNd) (No publicar)

Hey, what did you hear me say a dry tear rolls for my cheek while the drops of the pulque open an escape to the ideal you know the difference it makes and I fill up the happiness with rum while the smoke of the peace increases my friendship with my brothers.

Yes, I said it's fine before and their looks and words drag themselves on my skin leaving a nauseous smell that I suck in with eager filth I don't think so no more and my look involved you and your blood begins to boil while my lips humidify themselves.

I said it's fine before I raise the arms and the music takes off me the integrity to entangle her in the lights that draw up my head I've changed my mind but with soft movements I bathe myself of the rhythm of the sensuality while I rub my skin with lukewarm and delicate lights.

I take it back two, for, six … What difference do how many hands are? Even so they solely know to smear with mud shit on my body erase and rewind and the caresses dress my body of nakedness leaving a celestial fragrance.

It's not the right way, you know They tear my clothes rooting up pieces of my rotten stem, the escapes close themselves, I’m here and now to nauseated me of excitement I just don't want it to grow he fill my spirit with his sugary kisses while the drops of swear open an escape to the ecstasy.

Where did you see me go I gather the frayed integrity, my eyes bled black tears and although I start me the skin with the nails I can remove the dirtiness that wounds my conscience I just don't want it to grow I retire his tender arms of my satisfied body and I sharpen the dagger that going to tear his loving illusions on top of my ego.

I take it back a dry tear rolls for my cheek while the drops of the pulque open an escape to the ideal erase and rewind and I fill up the happiness with rum while the smoke of the peace increases my friendship with my brothers.