miércoles, 11 de marzo de 2009

Prohibido morir en el edén

Y ahora vamos a hablar de la mierda que es el mundo. ¡Cómo si eso fuera una gran novedad! Y no es que a mí me importe mucho si el mundo se pudre o deja de pudrirse. Y como no me importa por eso estoy en el Edén. Pero con eso de que las manzanas (o la fruta que haya sido para no entrar en dilemas) estaban prohibidas y que nuestra madre Eva o Ixmucané (o como se haya llamado) decidió darse un antojo, el Edén se jodió y ahora es sólo un pedazo de jardín cerca de la facultad de filosofía.

Seguramente, el Edén está repartido por pedazos a lo largo de la Tierra, pero ¡Cómo se le ocurrió a Dios dejar un trozo cerca de filosofía! Y es que, no se crean, primeramente el Edén, el trocito que le tocó a filosofía, era bonito. Seguramente hasta tenía su pedazo de río (su riachuelo) y los pajaritos (esos que han emigrado y ahora habitan cerca de las ventanas del último piso de la facultad) revoloteaban por sus árboles y cantaban.

En ese entonces, los estudiantes de letras se reunían a fumar hierba y a plantear el futuro del mundo, ese mundo que se les dibujaba con aleteos de mariposas y se les antojaba utópico como canción de los Beatles. Pero esos eran otros, los ilusos, los ingenuos que creían que el mundo tenía solución.

Ahora, el Edén es sólo nuestro, de los perdidos, de los que sabemos que la esperanza, la utopía, el socialismo, la democracia, el Estado, la izquierda, son puras palabrerías sin importancia, puro invento como los reyes magos o el ratón de los dientes.

El Edén nos lo hemos adueñado los que sabemos que el sentido de la vida no es más que pura chatarra de libro de autoayuda. Y no es que seamos pesimistas, aún nos contradecimos, aún tenemos esperanza en el dolor y la desilusión. Y es que tenemos miedo al vacío.

Pero el Edén no es tan malo, digo, no pasó de ser paraíso a ser infierno. Sin el Edén nosotros no tendríamos refugio y por eso no me quejo. De vez en cuando las jacarándas color lila triste cubren el pasto podrido y crean un tapete, cual mariposas muertas, entonces parece que aún hubiera esperanza y reímos.
Así, el Edén se desdibuja en recuerdos ante nuestros ojos. Se desdibuja porque se va alejando, como cualquier recuerdo, pero, como cualquier recuerdo, es parte de nosotros.
Y si amamos los recuerdos, amamos el Edén, y eso es parte de nuestra contradicción. Pero el amor y el dolor no son contradictorios, los dos son infernales y son parte de este mundo que se pudre ante nuestros ojos.

El mundo de por sí se pudre, eso es un hecho. Se pudre acá, en el Edén, y se pudre allá, en Francia, en Brasil, en China, en Estados Unidos, en Rusia; la diferencia es que aquí lo sabemos y nos reímos de eso y no nos preocupa. La esperanza, verde como los árboles del Edén, se cae a pedacitos acá y allá, pero nosotros, los perdidos, preferimos estar acá.

El Edén, después de la manzana, es el sitio del conocimiento, por eso Adán y Eva se cubrieron de hojas. Pero ellos eran otros, los avergonzados, los que veían el mundo yéndoseles de las manos y les daba vergüenza haberlo perdido. Nosotros somos los desvergonzados, no porque no tengamos vergüenza, si no porque no tenemos de que avergonzarnos; el mundo se les fue a ellos, a los que nos precedieron, nosotros no tuvimos la culpa y no podemos hacer nada.

Si estamos en el Edén es porque nos damos cuenta; porque sabemos que los sueños se deshacen en polvo, en cenizas de cadáveres que soñaron y se descompusieron; sabemos que no hay más utopía posible que ésta; somos los conscientes, los que se burlan de los ilusos, los que se refugian en sí mismos.

Algunos nos tienen lástima, nosotros les tenemos lástima porque ellos no han aceptado que no hay sentido y seguirán buscándolo en este mundo deshecho y no lo encontrarán nunca y se olvidarán de vivir.

Nosotros, por el momento, seguiremos recostados mirando las hojas caer en plena primavera; viendo el cielo rojo de sangre o gris de miedo o negro de muerte, teñido de nubes blancas como espuma de un mar salvaje o de estrellas que murieron hace millones de años y hoy son puros espejismos.

Y este mundo, esta porquería deshecha en nuestras manos, seguirá siendo la misma porquería con o sin nosotros. Pero nosotros seguiremos siendo nosotros con o sin el mundo.


Carla de Pedro

4 comentarios:

  1. Sólo era necesario que nos alejáramos un rato para dejarlo respirar. Es tiempo de jacarandas y el Edén se olvidó de nuestra ausencia.

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  2. Me gusto mucho lo que escribiste aunque me confundí un poco al principio, porque primero dices que hablemos de la porquería que es el mundo, pero luego dices que no importa, entonces para que hablar de ello? o acaso es sarcasmo? luego, después de decir varias cosas del mundo, dices que no te quejas, también es sarcasmo?.
    Pero bueno, lo que más me encantó fue eso de que aún tenemos esperanza en el dolor y la desilución porque tenemos miedo al vacío, eso se ha convertido para mi en frase celebre :)

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  3. no importa si hablamos o no del mundo... podemos hablar de él o no y eso le tiene sin cuidado...
    virginia woolf se enfadó con una antigua biblioteca en una universidad inglesa porque no la dejaron entrar y luego pensó "a la biblioteca le tiene sin cuidado si yo me enfado o dejo de enfadarme" pero eso no quita que ella se enfade...
    así es más o menos la idea... no tiene importancia en absoluto este texto... el mundo es lo que es me importe o no a mí...
    puedo quejarme pero ¿servirá de algo?
    mejor es tener esperanza en algo que no puede ser mejor ni peor... que tenerla en algo grande y luego perderla...
    por eso no me quejo...

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  4. Tiene ecos de utopía y de nihilismo a la vez, lo cual quiere decir que ese nihilismo no está desesperanzado completamente. Quizá por eso me imagino un pensamiento sesentero, aunque con influencia garridense. Mi querida amiga ¿por qué no publicas más? Me gustaría leer tu poesía.

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